“No te he dado ni
rostro, ni lugar alguno que sea propiamente tuyo, ni tampoco ningún don que te
sea particular, ¡oh Adán!, con el fin de que tu rostro, tu lugar y tus dones
seas tú quien los desee, los conquiste y de ese modo los poseas por ti mismo. La
Naturaleza encierra a otras especies dentro de unas leyes por mí establecidas.
Pero tú, a quien nada limita, por tu propio arbitrio, entre cuyas manos yo te
he entregado, te defines a ti mismo.
Te coloqué en medio del mundo para que pudieras
contemplar mejor lo que el mundo contiene. No te he hecho, ni terrestre,
ni mortal, ni inmortal, a fin de que tú
mismo, libremente, a la manera de un buen pintor o de un hábil escultor,
remates tu propia forma.
Pico de la mirándola - Oratio de hominis dignitate